lunes, 10 de agosto de 2009

El autobús.

El autobús se detuvo al borde de la carretera. Bajaron tres o cuatro pasajeros. Una parejita, ingresó al restaurant haciéndose arrumacos. Y, desde que entraron, sintieron la incómodidad de saberse el blanco de las miradas y los comentarios maliciosos, dichos en voz baja.
Se sentaron y pidieron algo de comer y de beber. Y, cuando terminaron, la dueña del negocio no pudo con su curiosa impertinencia. Lanzó a quemarropa esta pregunta, con fingida inocencia.- ¿Es su hijita..?-

El hombre acusó el golpe. Y, haciendo de tripas corazón, acostumbrado a las impertinencias de la gente que no entendían de las disparidades del amor, no quizó dejar pasar la ocasión de vengarse y contestó, con igúal mala fé.-¡Sí! es mi hija.- Y, dejando un breve paréntesis, como quien no quiere la cosa, añadió.- He abandonado a la puta de su madre y nos estamos fugando-.

Pagó, y con premeditada negligencia, dió media vuelta. Luego, ambos salieron abrazados, en medio del silencio y el estupor de los presentes. Subieron al autobús que los aguardaba y se ubicaron frente a sus respectivos asientos.

Al momento de partir, la niña se puso de pie, frente a la ventanilla, se levantó la blusa y agitó sus tiernas tetitas, en señal de despedida. Se ríeron a carcajadas por un largo trecho, de la expresión de desconcierto y estupor reflejada en el rostro de los dueños del negocio. Quienes, pálidos y mudos de indignación, no atinaban a quitarles la vista de encima, mientras el carro se alejaba.

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domingo, 12 de abril de 2009

Pas de deux.

Ella irrumpió de golpe en el medio de la sala, donde la hermana mayor conversaba con su pretendiente, mientras que, en el tocadiscos, sonaba una música de fondo.

Desnuda, casi, sólo cubierta con una breve malla que dejaba al descubierto los secretos encantos de su cuerpo juvenil, dio un ágil salto de danza que sorprendió a todos. Un salto felino que, al momento de caer, completó con giros y flexiones armónicas de su bello cuerpo. Produciendo una intensa y bella coreografía de gestos y movimientos que hablaban un lenguaje oculto de pasión y promesas de amor. Despertando el entusiasmo de su sorprendido auditorio. Es decir, del entusiasmado pretendiente que, hombre al fin, se tragó la carnada con anzuelo y todo. Apreciando antes que la belleza de los pasos de la danza, las bien proporcionadas líneas del joven cuerpo que se ofrecía sin tapujos a la mirada. Sin reparar en la frialdad de la mirada de la hermana. Mirada matadora que reprobaba semejante acto de provocación y abierta beligerancia.

Se jugó al todo o nada, en una medida arriesgada. En silencio, sin decir una palabra, hizo una declaración de amor y de guerra, extendiéndose en promesas y desafíos. Nunca el lenguaje de los gestos fue más elocuente.
- Mira, no soy una niña. Soy toda una mujer. Ese hombre es mío. Me pertenece y estoy dispuesta a todo por conquistarlo.-

Fue un golpe de mano. Un balde de agua fría que puso fuera de juego a la novia que solo por vergüenza y orgullo evitó retirarse de la escena, para no reconocer su derrota.

Él, nunca supo que la seducción fue tan solo un capricho. Que, fue el botín en disputa de una guerra sorda entre hermanas.

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