martes, 21 de febrero de 2012

LA LITERATURA Y LAS OTRAS ARTES


¨La poesía debe concebirse como un violento asalto contra las fuerzas desconocidas,
para obligarlas a arrodillarse ante el hombre
¨ (Marinetti).
¨Hagamos arte pero no tan seriamente¨ (Marcel Duchamp).







El hombre moderno vive desde hace 3 ó 4 siglos en un mundo de arte incompleto. Este nació como una integración de expresiones múltiples, en las que el espacio y la luz, el sonido, la palabra, estaban profundamente enraizados en una sola visión mental. A partir del Renacimiento se inicia el análisis, acelerado en los siglos (posteriores) XVIII y XIX.

El arte ha ido haciéndose más y más abstracto, conforme el hombre y su visión del mundo se han hecho más y más abstractos; conforme ha ido separando más y más cosas de otras, aislándolas y reduciéndolas a conceptos. Pero la poesía, el lenguaje poético, se empobrece cuando se intenta reducirlos a formas puramente intelectuales, porque aun a través de un medio simbólico, como es el lenguaje, las palabras deben llevar densas cargas de evocación sensible y emotiva.


La Poesía

La poesía más que idea, es ritmo e imagen. Se piensa inclusive que la obra poética es en realidad un ritmo interior sobre el cual, al exteriorizarse, van cristalizando las palabras. Estas no serían sino agregados, escarcha. En otras palabras, una danza original, una alternancia rítmica de tensiones y distensiones psíquicas. Una interior, misteriosa cadencia.

Lessing (el autor de Laocoonte), pone demasiado énfasis en el aspecto representativo del arte, tanto poético como plástico y se olvida con frecuencia de lo que es más significativo: el poder evocador.

La poesía, a diferencia de la música o de la pintura, no tiene materia. Una materia físicamente sensible (luz, sonido); sino una materia de muy especial carácter: el lenguaje. Las palabras y lo que con ellas se construye, independientemente de que puedan ser percibidas por la vista, el oído o el tacto, no son sino símbolos. Y estos símbolos en su fondo no son sensibles, sino inteligibles.
No se dirigen a los sentidos sino a la mente en su totalidad, al hombre mismo y al pozo misterioso que se abisma en su cabeza-corazón: instinto, pasión, sentimiento, razonamiento, fantasía, subconsciencia.


Estos símbolos son polivalentes, pueden expresar varios significados a la vez. El lenguaje tiene, por tanto, múltiples funciones. Una de ellas, y no la menos importante, es el poder de evocación sensible; esto es: hacer ver, hacer oír.


Algunas palabras tienen muy escasa carga de esa clase. Las preposiciones y las conjunciones, p.e. No hay mucho que ver en la contracción ¨del¨. Algo más, se puede ver en ¨año¨; más aun en ¨estación florida¨. Mucho más en ¨campo de zafiro¨. Es evidente, pues, que existen palabras con menor o mayor densidad visible, densidad pictórica.


Y no se trata de comparar ¨representaciones¨, sino de que en el plano de la evocación sensible, es decir, en el plano mental simbólico, imaginario, existen palabras lenguajes literarios intensamente pictóricos y otros que no lo son, o lo son menos. No es tampoco, como insinúan Warren y Wellek, que el escritor pretende pintar y así suplantar las funciones del pincel por las de la palabra. Sino que la visión del escritor es pictórica, antes de exteriorizarla. Al expresarse, aun dentro de los más diferenciados contornos de su oficio, el lenguaje poético que emplea estaría necesariamente cargado de formas y colores, cosa que no lo estaría si su visión fuera distinta.

Es evidente pues, que existen palabras con menor o mayor consistencia visual; que hay lenguajes con menor o mayor tendencia al verbo o al sustantivo; a lo abstracto o a lo concreto; a lo formal o a lo informal; a lo lineal o a lo gráfico; a la luz o a la sombra.


(Arturo Souto: Relación de la literatura con las otras artes, México 1972)

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